Sin borrar la sonrisa de su rostro, Pancho Gurrola, como es conocido entre los de su gremio, menciona que el punto exacto donde comenzó la venta de autos usados es una cuchilla que forman el Perimetral Carlos Amaya y la avenida De los Aztecas. Ese fue el centro de ignición para la entonces atractiva acción económica.
“No es fácil, a veces duras hasta 15 días ‘seco’ (sin recursos), pero luego viene la venta y te alivianas. Así es esto”, remata mientras corta la plática para dirigirse a atender a un potencial cliente.
Al igual que él, la mayoría de los vendedores del Perimetral son el sustento de sus hogares, pero es gente que también sufre descalabros y se mantiene “en la raya”, algo que no todos pueden lograr.
Para tratar de someter a los vendedores, las autoridades locales pusieron en marcha una estrategia: trasladar el mercado informal de autos usados al sur de la ciudad, a un terreno establecido en el cruce del Eje Vial Juan Gabriel y bulevar Zaragoza, al que bautizaron como “Curva Renacimiento”.
La Asociación Automotriz del Perú (AAP) informó que al cierre de enero se inscribieron 18,357 unidades vehiculares nuevas en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (Sunarp), lo que representó una disminución de 8% con respecto a similar periodo del 2013.
El hombre, quien en esos años se dedicó a vender vehículos ahí, menciona que así fue como inició “el desmadre”, “las mafias” y “las broncas” porque los comerciantes prácticamente se apoderaron de la vía pública.