La visita de Charles Dallara no es un hecho puntual. Durante los tres últimos años, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y otras autoridades de su gabinete, han tenido varios contactos en la capital de España con Josef Ackerman, presidente del IIF hasta finales de 2012, a la par que consejero delegado del Deutsche Bank y presidente de la asociación de banqueros alemanes (fue sustituido por Douglas Flint, presidente del grupo bancario HSBC; Tim Adams hizo lo propio con Charles Dallara). “En épocas de crisis, la influencia de otros países, de otros gobiernos, es importante. Y esos gabinetes están influenciados a su vez por las grandes multinacionales y las entidades financieras extranjeras”, asegura Agustín Ulied, profesor de Esade.
Este último incluye “El Perseguidor”, inspirado en el saxofonista Charlie Parker y probablemente el cuento preferido de Cortázar. Una suerte de bisagra, porque allí se produce el descubrimiento del prójimo. “Un poco lo que el personaje de ‘El perseguidor’ busca en el cuento, yo lo estaba buscando también en la vida”.
“Las alianzas más sólidas del sector político son con el sector eléctrico, banca y construcción”, apunta José Ramón Pin. Por eso, y al albor de la crisis financiera, el Estado ha buscado dinero en la Unión Europea para resolver el entuerto financiero made in Spain, no dejando caer a los Bankia de turno. Y algo similar va a suceder con las autopistas, que pierden dinero a espuertas. Aunque lo lógico sería dejarlas quebrar, el Estado no está dispuesto a hacerlo. “Los grandes constructores han sido muy poderosos hasta la fecha. Son alianzas que se van construyendo y desconstruyendo”, matiza el profesor del IESE.
Con la presencia permanente de lo lúdico y el humor, desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española. Sus magistrales relatos sorprendieron con la introducción de lo fantástico en la realidad cotidiana. Pero fue la explosiva novela “Rayuela” la que lo consagró a nivel internacional y se convirtió en una de las insignias del “boom” latinoamericano.
Una situación que queda patente si hablamos de la dación en pago. Si llegará a producirse, y según la Asociación Española de la Banca (AEB), habría que subir las hipotecas, lo que supondría menos negocio y menos puestos de trabajo. “Son razonamientos que van lanzando, con estudios ad hoc, para crear un clima y que la decisión se paralice. La AEB influye, a veces, no tanto por el poder real, sino por la idea”, argumenta José Ramón Pin, profesor del IESE.Tan astuta es la banca que, incluso, no duda en inventar, en innovar, con nuevos productos en ocasiones tan enrevesados como un ovillo en manos de un gato. Que se lo pregunten a los inquilinos de las instituciones europeas. Porque cuando Bruselas quiere regular el sistema financiero, no le queda otra que pedir consejo a aquellos que lo han creado. La razón es bien sencilla: ellos, de verdad, son los únicos que realmente lo conocen.
Noviembre de 2012. Charles Dallara, entonces director gerente de The Institute of International Finance (IIF), aterriza en Madrid. ¿Su misión? Reunirse con destacados miembros del Gobierno con el fin de discutir algunos detalles sobre el llamado “banco malo”. ¿Por qué? Porque el IIF, el mayor lobby mundial de los grandes bancos (cuenta con más de 470 miembros), tenía dudas sobre su regulación y sobre el precio de esos activos invendibles. Dos semanas después, y tras la correspondiente sesión de chapa y pintura, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba las pautas por las que se regiría la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb). ¿Y qué dijo el IIF? Ningún reparo desde este lobby-instituto que cuenta en su consejo de administración con Goldman Sachs, ING, BNP Paribas, Deustsche Bank o BBVA. Tampoco hubo ninguna voz discordante desde los lobbies financieros nacionales. “Hoy la banca es mucho más grande y más fuerte que antes de la crisis”, afirma Juan Hernández Vigueras, cofundador de la red Tax Justice Network y autor del libro Los lobbies financieros. Tentáculos del poder (Clave Intelectual).