Hace un mes que Mohamed ha vuelto a recorrer las calles de Cáceres. Una de las primeras cosas que hizo al retornar fue entrar en el hogar de mayores de la Plaza, situado junto al local donde él regentó durante diez años su bazar. «Me fui a ver a los viejos -dice con cariño-. Pregunté por cuatro o cinco para saludarlos. Un par de ellos se habían muerto». Después, fue a visitar a más conocidos. Y también se topó con cambios. «Me ha chocado encontrarme con amigos que antes manejaban dinero y que ahora están divorciados o separados. Se han quedado sin chalé, sin coche, sin mujer y sin hijos», enumera. Mohamed ha vuelto para quedarse. Atrás quedan estos últimos cuatro años en Marruecos, donde ha echado una mano a su padre en la cafetería familiar, se ha vuelto a casar y ha tenido una niña, que ahora tiene dos años. Cuando se estabilice, quiere brindar a su hija un hogar en España. En ello anda.
«Si no me sale nada, a mí no se van a caer los anillos. Cogeré un cochecito pequeño de 300 euros y empezaré de nuevo en los mercados. Sacaré para sobrevivir. Si quisiera mejor vida, me hubiera quedado con mi padre. Pero yo soy así. Me gusta ser libre», concluye Mohamed, un inmigrante de ida y vuelta.
Mohamed Aboufaris está de vuelta. Este marroquí de 48 años cerró en 2010 el bazar que regentaba en la Plaza Mayor al descender las ventas y no poder asumir el alquiler. Se quedó sin nada. Decidió hacer las maletas y poner rumbo a su ciudad natal, Fkih Ben Salah, donde residen sus padres y su abuelo, Amimi, considerado uno de los primeros inmigrantes de Cáceres.
El importe de la transacción no se ha hecho público y se espera que concluya a finales de diciembre de 2014. Intervienen en la transacción Deutsche Bank y JPMorgan en la financiación y Lazard como asesora.
A su regreso, Mohamed no oculta que ha encontrado la ciudad algo cambiada. «Este no es el Cáceres que yo conozco. Están todas las tiendas cerradas y las paredes están llenas de pintadas. Sinceramente, está peor que cuando me fui. Ahora, incluso, los saludos son más flojos». «Consecuencias de la crisis», asegura.
De momento, vive en una habitación que uno de sus dos hermanos residentes en Cáceres le ha proporcionado de manera temporal. Busca trabajo. «Lo saben en la Junta. Les he dicho que trabajar con los niños me chifla», indica.